La Copa del Mundo vs La Copa Celestial

Primera Carta a los Corintios 9: 24-27

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Qué alegría para los amantes del fútbol poder disfrutar y vivir el torneo más importante de este deporte, el Mundial del Fútbol, que esta vez se celebra en Rusia, 2018. Me encanta ver el ambiente festivo y la alegría de la gente por todos lados; y una de las cosas que más me agrada ver es cómo personas de todas partes del mundo se entienden, se toleran y se sirven unas a otras solamente hablando el mismo idioma, el idioma de El Fútbol. Y de esta emoción tan grande y ambiente festivo, quisiera reflexionar en tres puntos que en mi mente surgieron, tomando como referencia a San Pablo en su primera Carta a los Corintios 9: 24-27.

En primer lugar, tengamos en cuenta las ansias de poder participar en un Mundial de Fútbol. No solamente los equipos, sino también los aficionados alrededor del mundo. Una vez ya ha pasado la fase clasificatoria, las selecciones nacionales inician el proceso de ultimar detalles para llegar pronto al torneo y dar lo mejor de sí para poder tener una participación fantástica e inigualable en el mundial. Los aficionados al fútbol inician el conteo regresivo y cuan más cercana la fecha, más ansias en el cuerpo. Estas ansias crecen debido a que todos quieren participar, vivir y ganar la copa del mundo. Todos, jugadores y aficionados. Y yo me pregunto ¿Sentimos las mismas ansias de que llegue el día en que el Señor vuelva y de que llegue la hora de recibir nuestra corona? Sí, la copa mundo trae muchas emociones, rabias, llantos y alegrías… pero hasta ahí llega. Al participar nos alegramos por unos cuantos días y luego todo se pasa y todo vuelve la normalidad, pero en cambio, la corona que se nos tiene reservada en el Cielo, es una corona perfecta, hermosa e imperecedera, donde la alegría y el gozo no tienen fin. Pregúntate… ¿Siento esas mismas ansias al pensar que cada vez estamos más cerca del final y podremos presenciar el rostro de Dios y al fin recibir nuestra recompensa imperecedera?

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Muy bien. Ahora, si vamos a participar en el Mundial de Fútbol, no solo es el hecho de ir y participar por participar… de ir porque sí y pasarla bien. No. El que ha clasificado al mundial, lo que busca y desea con el alma es quedar en primer lugar y ganar el trofeo más preciado del fútbol: La Copa Mundo. Y para poder alcanzar este objetivo, todos los equipos nacionales inician su preparación con el fin de dar en el campo de juego su mejor rendimiento y mostrar el mayor coraje, concentración y esfuerzo; un rendimiento en el cual todos los jugadores se entregan al máximo por los colores de su país y luchan para hacer todo perfecto, sin errores, con la mente fija en derrotar al “enemigo” y poder seguir escalando lugares para poder acercarse más y más al tan anhelado trofeo. Ahora, hablemos de la corona que nos espera y que es la verdaderamente importante. Medita en esto… ¿Me estoy preparando con todas mis fuerzas, mi mente y mi alma para poder vencer a mi enemigo, el diablo? ¿Estoy luchando mis mejores batallas para poder derrotar las tentaciones que lo que quieren es hacerme caer y derrotarme para que yo no me pueda ganar mi corona celestial? Los jugadores de fútbol entrenan todos los días y comen sanamente. Nosotros ¿Vamos a Misa diaria? ¿Nos confesamos y comulgamos con frecuencia? ¿Alimentamos nuestra alma con cosas que la fortalezcan o con la basura de la televisión, música y malas lecturas?

Finalmente, después de haber vivido en tanta angustia, haberse preparado y desgastado física y mentalmente al máximo, solamente lo mejores alcanzan el tan anhelado trofeo. Aquí no se premia la mediocridad, ni las ganas de participar. En este torneo de la Copa Mundial de Fútbol, solo se premia a los mejores, a los que hacen todo lo posible para alcanzar la meta. Se premia a quienes se dejan la piel en el terreno de juego, a quienes siguen las reglas del juego y las indicaciones del director técnico; y aunque muchas veces a los jugadores les puede parecer que no pueden seguir las indicaciones y que el esfuerzo es demasiado exigente, el solo hecho de querer conseguir el tan anhelado trofeo, los anima a seguir y estar firmes en la lucha por el campeonato dando hasta la última gota de sudor por amor a la camiseta de su país.

¡Ay! Cuántos de nosotros dejamos a un lado las reglas. Cuántos hacemos trizas las enseñanzas de nuestros mayores y de la Iglesia solamente por querer hacer lo que nosotros queremos y por satisfacer nuestros deseos y gustos. Cuántos de nosotros, día a día, nos preparamos conscientemente para enfrentar las batallas que se nos presentan en todo momento. Cuántos de nosotros tenemos verdaderamente fija la mirada en el Cielo ¿Estamos listos a ayudar al necesitado, a darle de comer al hambriento, a darle de beber al sediento, a vestir al que está desnudo o somos de los que estamos prestos con la lengua para agredir a nuestro hermano, para insultarlo, para menospreciarlo, para humillarlo, para maldecirlo y pisotearlo?

Nuestras acciones, nuestras obras de caridad, nuestra lucha contra las tentaciones, el alejarnos de las ocasiones de pecado, nuestra forma de vestir, de hablar y de mirar, nuestra alabanza y adoración a Dios… no valen las palabras de aliento, lo que vale realmente son nuestras obras de amor y esos detalles son los alimentos que fortalecen nuestra alma y que al final de nuestra existencia nos darán la fuerza para poder dar el salto de esta vida a la que nos espera al otro lado.

ElRinconCatolico_LaCopaMundialVsLaCopaCelestial_03Todos nosotros podemos alcanzar el Cielo si nos lo proponemos de verdad, si tenemos la mirada fija en el Señor ¿Caeremos? Sí ¿Volveremos a caer? Sí. Pero con la gracia de Dios y su infinita Misericordia nos levantaremos y volveremos al campo de batalla más fortalecidos, y así como los jugadores de fútbol lucha para alcanzar la copa de oro, otros por su gran esfuerzo alcanza un segundo lugar, una medalla de plata, o el tercer lugar, una medalla de bronce. Al final del camino, se nos miden nuestros esfuerzos y obras en el amor. Así, al que más ha amado, al que más ha luchado contra el mal en el mundo, a ese se le tiene reservado un lugar privilegiado junto al Rey del mundo. Todos nosotros estamos llamados a luchar nuestras batallas y si resistimos los embates del enemigo conseguiremos nuestro trofeo imperecedero, La Vida Eterna, y conseguiremos estar enfrente y conocer el rostro de Dios. Algunos alcanzarán el máximo nivel de Gloria, otros no ganarán tal Gloria, no obtendrán la medalla de oro, pero sí un lugarcito en el Reino de los Cielos.  Otros lastimosamente no habrán sido lo suficientemente disciplinados y no habrán luchado su mejor combate y quedarán fuera de competencia y arrojados fuera del torneo para siempre y todo por haber querido pelear sus propias batallas apartados de toda obediencia y disciplina.

Pues mis queridos hermanos, que esta Copa Mundial sea usada como punto de unión fraterno, y que gane el mejor, pero que igualmente nosotros seamos conscientes de que estamos luchando diariamente contra las fuerzas del mal que nos quieren apartar de nuestro gran premio eterno. Estemos atentos a la jugada y no nos dejemos meter un solo gol del diablo.

Ave María Purísima, Sin pecado concebida, María Santísima.

Que Dios, San José y la siempre Bienaventurada Virgen María nos bendigan y protejan.

¡Laudatur Iesus Christus!

iFong